S. PELEGRÍN + ZEUS: En nombre de los Soviets
Libro
En nombre de los Soviets
Matwej Liebermann
Diseño de la cubierta: Santiago Pelegrín
Editorial Zeus
1931
Tamaño: 13 x 19,5 cm
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Nº Reg.: AIR.1018.OP.072
Pelegrín Martínez, Santiago. Alagón (Zaragoza), 23.5.1885 – Madrid, 24.6.1954.
El deseo de ampliar su formación artística y el precario ambiente cultural que en 1910 se respiraba en Zaragoza precipitaron el traslado de Santiago Pelegrín a Madrid, la ciudad que hizo suya y en la que, poco a poco, se fue labrando un hueco importante entre los círculos artísticos más avanzados.
En sus inicios y tras los primeros escarceos pictóricos ligados a un cierto regionalismo de corte algo trasnochado —Los baturros pulsando en un posada de 1909—, su pintura parece algo indefinida. Pero su participación en algunas de las tertulias madrileñas más significativas —La Granja del Henar o el Café de Atocha—, su conocimiento de las novedades artísticas ensayadas en el territorio europeo, y su deseo de romper con los academicismos imperantes le condujeron al arte nuevo.
El suyo fue un cambio brusco que se hizo evidente en 1925, en la ya mítica exposición organizada por la Sociedad de Artistas Ibéricos en el Palacio de Velázquez madrileño. Se había inclinado por un nuevo realismo de corte avanzado, preñado de influencias distintas —en especial de Vázquez Díaz y Sunyer—, palpable en Marujita de 1925, Desnudo o Bañistas de 1926, obras en las que se percibe una evidente sensación de soledad que ya no le abandonará. Es la misma sensación que rezuman Atocha-Cuatro Caminos, Jazzband, La Gaceta Literaria o El profesor inútil, una serie en la que Pelegrín evidenció sus débitos con l’Esprit Nouveau, con el propio Le Corbusier incluso, y que exhibió en 1928 en una muestra individual en el madrileño Museo de Arte Moderno; o aquellas rotundas imágenes insertas plenamente en el retorno al orden, representadas por Mujer con huevos de 1929.
Al proclamarse la República, firmó el manifiesto de La Tierra, expuso en 1936 en París en la muestra organizada por el Gobierno español —Art Spagnol contemporaine—, y un año después lo hizo en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París con un par de lienzos, Bomba de Tetuán y Evacuación y defensa del Norte, inmersos dentro de lo que se ha dado en llamar el realismo bélico.
Un cambio sustancial en su trayectoria, movido sin duda por su compromiso político, el mismo que le condujo a concebir carteles para la República y a aceptar responsabilidades en defensa del Patrimonio artístico.
La derrota del Ejército republicano supuso un duro golpe para la trayectoria artística de Pelegrín, desprovista ya de cualquiera de los resabios de avanzada que le caracterizaron. Los bodegones, retratos y algunos de los paisajes fueron los géneros que siguió cultivando, dentro de la más estricta normativa académica, hasta que falleció.
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Fuente: Real Academia de la Historia
(https://dbe.rah.es)